Una de las sensaciones más lindas que experimenté alguna vez es la de los trazos del pincel sobre las hojas cuando no encuentro las palabras adecuadas. Es un proceso casi mágico en el cual todas esas cosas que no puedo decir, porque no se cómo, porque no se cuándo o porque no se a quién quedan plasmadas en quizás lineas curvas enredadas, manchas de colores o un dibujo que no quiero colorear.
Siempre pensé que mi imaginación iba más rápido que mi capacidad para hablar. Pero cuando de pintar o dibujar se trata, el cerebro y la mano van a la par. Uno corriendo al otro y sin pedirme permiso. Incluso varias veces me pasó de sentarme a dibujar con una idea y terminar haciendo otra completamente distinta. Y siempre sintiéndome satisfecha.
Que nunca me falten un lápiz y un papel, porque puede que en el momento no encuentre las palabras, pero las ideas y los sentimientos me encuentran todos juntos cuando se enfrentan al blanco de la hoja!
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